martes, 4 de noviembre de 2025

📢 CRÍTICA RADICAL A LA ESPIRITUALIDAD FAST-FOOD


GRAN LIQUIDACIÓN DE PRÓJIMOS: 

¿La Espiritualidad se Convirtió en Egoísmo o estamos ante un ataque masivo de las fuerzas del mal para desunir a la humanidad a niveles nunca antes alcanzados?



La Deconstrucción de la Caridad

Desde que la voz de la conciencia comenzó a susurrarnos sobre el amor, dos mandatos se han mantenido firmes en el corazón de la ética occidental: amar a Dios y, con una urgencia que nos toca de cerca, amar al prójimo como a uno mismo. Esta simple fórmula ha sido la base de la civilización, el freno contra la barbarie y el motor de la caridad, forjando un lazo de solidaridad inquebrantable a través de los siglos. Sin embargo, en esta era de influencers y coaches vibracionales, esta piedra angular de la fe y la moral parece haber sido golpeada por un martillo de oro. Hoy, muchos han cambiado el viejo Evangelio De La Compasión por un nuevo evangelio de la "vibra alta", donde el amor no es un compromiso, sino una elección de conveniencia energética. ¿Cómo fue que la sagrada tarea de amar se convirtió en la fría Gran Liquidación de Prójimos? Es imperativo detenernos a mirar esta transformación.

La Espiritualidad, en su esencia más pura, siempre ha exigido un profundo compromiso con el sufrimiento. Lo vimos en las enseñanzas de Buda, donde el amor se manifiesta como Mettā (bondad amorosa universal) y Karunā (compasión activa), un deseo genuino de que todos los seres, sin excepción, sean felices y estén libres de dolor. La compasión no es una emoción débil o fugaz; es una fuerza ética que nos obliga a actuar, a acercarnos y no a huir del lamento. Esta visión de la interconexión universal choca violentamente con el dogma moderno del aislamiento que, bajo el velo de la "auto-protección energética", nos dice que debemos cerrar la puerta y bloquear a cualquiera que ose hablarnos de sus penas. Este individualismo radical nos ha dejado un corazón duro, incapaz de la ternura y la paciencia que requiere escuchar el dolor verdadero, lo cual es la definición misma de la impiedad.

Esta nueva doctrina de la "Liquidación de Prójimos" opera bajo un error fundamental que pervierte la esencia misma de La Verdadera Enseñanza Espiritual: confunde la paz interior con el confort sensorial. Las tradiciones de sabiduría no buscan que evitemos los estímulos desagradables, sino que desarrollemos la estabilidad mental para permanecer inmutables ante ellos. El "nuevo evangelio" promete una vida sin problemas ni emociones bajas, un paraíso de fácil acceso que solo requiere desechar a quienes nos resultan incómodos. Esta filosofía es una renuncia implícita al crecimiento ético, pues el músculo de la compasión solo se fortalece al entrar en contacto directo con el dolor y al tomar la decisión consciente de no huir de las frecuencias bajas, aceptando que el sufrimiento es una condición compartida de la existencia humana.

La frialdad que criticamos es, en última instancia, una forma de miedo al amor sin condiciones. El amor, en su dimensión más elevada (como la Mettā budista o la Ágape cristiana), no pide que el otro esté "vibrando alto" para ser merecedor de bondad; simplemente es. Sin embargo, la espiritualidad del consumo ha convertido el amor en una transacción: "Te amo si me das buena vibra; te evito si me la bajas". Al introducir esta condición, el practicante se condena a una existencia superficial donde todas sus relaciones están sujetas a una auditoría energética constante. El resultado es un mundo cada vez más insensible, donde la empatía, el valor central de la vida comunitaria y la base de la verdadera caridad, es sacrificada en el altar de un individualismo narcisista que busca la perfección personal a expensas de la conexión genuina.

Detrás de la sonrisa forzada y la etiqueta de "positividad tóxica" se esconde la negación de un principio esencial: la interconexión. Las enseñanzas de Hermes y la Gnosis sostienen que todo está ligado. Por lo tanto, el dolor del prójimo no es un evento externo, sino un pulso en la vasta red de la conciencia compartida. Huir de ese pulso es negar una parte de uno mismo. Los verdaderos Maestros de la Transmutación saben que no pueden alcanzar la iluminación en una burbuja de cristal; deben entrar en el mundo y enfrentar su dolor, no para ser arrastrados, sino para ser la calma. El deber de amar es el deber de permanecer presente en el sufrimiento ajeno, permitiendo que la compasión se convierta en la fuerza que eleva la vibración colectiva, un acto mucho más heroico que cualquier bloqueo en redes sociales.

El Espejo Hermético y la Frecuencia del Ego

El problema central de este movimiento de "alta vibración" radica en una burda simplificación de principios metafísicos profundos. Cuando el Hermetismo nos dice que "Todo se mueve; todo vibra", no se refiere a la ligereza superficial de un día sin problemas, sino a la escala infinita de frecuencias que va desde la materia más densa hasta el Espíritu Más Puro. Nikola Tesla, con su genio, entendió que energía, frecuencia y vibración son el lenguaje del universo. El error de los influencers es creer que su sensación de incomodidad ante la queja es la medida infalible de una "mala energía". Confunden su propia reacción emocional y su miedo al conflicto con una agresión energética externa, porque su mente, llena de juicio y apego, carece de la quietud necesaria para distinguir entre el dolor ajeno y la contaminación personal. No son Adeptos, son meros aficionados a la superficie.

La Sabiduría Real, encarnada por figuras como Jiddu Krishnamurti, nos ofrece una perspectiva mucho más exigente sobre el amor. Para él, el amor no es un sentimiento que se cultiva con disciplina, sino un estado de libertad total que surge cuando la mente se libera de sus propios intereses. Lo que la gente común llama "amor" es, en realidad, apego, posesividad, miedo y dependencia. Si "eliminas" al prójimo que se queja, no es por amor propio, sino por miedo a que su realidad desafíe tu ilusión de felicidad controlada. Krishnamurti nos diría que evitar eso es una huida del apego a tu propia "alta vibración" y, por lo tanto, es la negación misma del amor, que exige enfrentar la realidad tal cual es, sin condiciones ni escapismos.

La obsesión por la "alta vibración" se convierte fácilmente en una herramienta del ego espiritualizado, que se disfraza de buscador de la verdad para justificar su miedo al conflicto y a la incomodidad. Este ego se adhiere a la idea de que su bienestar es una posesión frágil que debe proteger de las "fuerzas externas", y en ese proceso, transforma el Principio de Vibración en una dogma de superioridad moral. Al etiquetar al prójimo que sufre como "mala vibra", se coloca a sí mismo en un pedestal de pureza ilusoria, creyendo haber trascendido el sufrimiento que en realidad solo ha reprimido. El verdadero Hermetismo enseña a transmutar lo denso, no a huir de ello; el escape es una derrota del espíritu ante las circunstancias, un acto de cobardía que condena al individuo a la superficialidad.

Es fundamental entender que la vibración del pensamiento o la emoción no es lo mismo que la energía sutil del Espíritu. La mente superficial, al carecer de la disciplina de la introspección, confunde la incomodidad que le produce escuchar un relato de dolor con un "ataque energético" que debe repeler. Esta confusión es la base de la impiedad moderna. La verdadera energía, la que define al Ser, es inmutable y no puede ser "robada" por una queja; solo puede ser oscurecida por el propio juicio y el apego al placer. Cuando el "maestro" de redes aconseja evitar a los que se quejan, en realidad está proyectando su propia incapacidad para manejar su disonancia interna, perpetuando un ciclo de frialdad y de juicio que destruye la posibilidad de una relación auténtica y de una elevación vibratoria genuina.

La visión de Tesla sobre la frecuencia era radicalmente unificada, entendiendo el cosmos como una sinfonía de energías interconectadas, donde el aislamiento es una ficción. La Sabiduría Hermética nos recuerda que el Todo es Mente, lo que implica que la mente individual tiene el poder de dominar su propia vibración, no con magia de marketing, sino con voluntad y conciencia. El que realmente comprende la vibración no necesita "bloquear" al prójimo; por el contrario, utiliza su propia estabilidad como un catalizador para elevar el tono del entorno. Esta es la práctica de la compasión activa, un acto que requiere una fortaleza interior inmensa, opuesta a la fragilidad egocéntrica que se refugia en la comodidad de una burbuja de falsa positividad. El trabajo del Adepto es entrar en el ruido y llevar la calma.

El Verdadero Centro del Poder

Las consecuencias de esta Liquidación de Prójimos son observables en la vida diaria: nos volvemos fríos con nuestros seres queridos. La pareja, el amigo, el familiar que atraviesa una crisis y se atreve a hablar de sus "problemas" es visto como una "carga vibracional" de la cual hay que deshacerse, o al menos, a la que hay que limitar la exposición. Esto destruye la base de la Compasión Activa (Karunā), que no solo escucha, sino que se involucra.

El verdadero poder, como se enseña en el Hermetismo, no es el control sobre las circunstancias externas, sino el dominio sobre la propia vibración mental. El Maestro no huye de la baja frecuencia; la enfrenta y la transforma desde la Ecuanimidad (Upekkhā), un estado mental estable que no es indiferencia, sino una profunda calma interior.

La visión de un Maestro Hermético o un adepto es radicalmente distinta a la del aficionado que huye. El Verdadero Centro De Poder no es un lugar que deba ser protegido del exterior, sino una fuente inagotable de estabilidad que, por su propia naturaleza, es inmune a la disonancia externa. Cuando te encuentras con una frecuencia baja —el sufrimiento, la queja, el miedo— tu mente, anclada en la Ecuanimidad, no se altera; por el contrario, utiliza ese ruido como una oportunidad para ejercer la compasión activa. Al no reaccionar con juicio o miedo, el Adepto transforma la energía de la queja al permitir que se libere en un espacio de aceptación total. Este acto de servicio consciente y desinteresado es La Verdadera Transmutación: convertir el plomo de la desesperanza en el oro del consuelo, elevando la frecuencia del entorno sin que la propia se contamine.

El dominio de la vibración, por lo tanto, no es una técnica de aislamiento, sino un entrenamiento riguroso de la conciencia para expandir su capacidad de sostener la complejidad de la vida. Cuando un influencer te dice que evites a alguien, te está aconsejando que rechaces la realidad, y en ese rechazo se niega la oportunidad de un crecimiento profundo. El verdadero poder reside en la capacidad de ser un faro que irradia luz, incluso cuando está rodeado por la niebla más densa. Esta capacidad no se logra con afirmaciones positivas vacías, sino con la disciplina de la No-Reacción y el compromiso de vivir el amor como un verbo activo y sin condiciones, tal como lo enseñaron los grandes místicos. Solo así la "alta vibración" se convierte en una bendición para el mundo, y no en una cárcel individual.

La Soledad del Auto-Optimizado

La sociedad del coaching y la autoayuda, al "simplificar" el esoterismo, ha empujado al individuo a una soledad paradójica. Se le promete el control total sobre su vida a través de la "optimización personal", pero el costo es la ruptura de los lazos humanos auténticos. La persona "auto-optimizada" se aísla en una burbuja de "pensamiento positivo" donde cualquier interacción que no sea un reflejo de su éxito o felicidad se percibe como una amenaza. Esto no es autoconocimiento, sino un sofisticado mecanismo de evasión del dolor propio proyectado en el otro. Al rechazar al prójimo que sufre, el individuo rechaza la parte de sí mismo que teme la vulnerabilidad. La lección de Krishnamurti sobre el morir cada día —soltar las ilusiones y apegos— se convierte en su opuesto: el aferrarse patológico a una imagen de "perfección vibracional". El resultado es una existencia sin la rica complejidad de la verdadera relación, una vida espiritualmente estéril.

El verdadero camino hacia la maestría y la elevación de la frecuencia requiere sumergirse en lo que es. No se puede transmutar aquello que se evita. El dolor, la queja, e incluso el sufrimiento ajeno, son catalizadores para la Karunā. Cuando el Adepto (el que realmente sabe de vibraciones) se encuentra con una frecuencia baja, no se retira, sino que utiliza su propia estabilidad interior para servir de ancla. Su presencia, anclada en la Ecuanimidad, no es un contagio, sino una transferencia de orden. Esta acción de servicio consciente es la que eleva su propia frecuencia de manera sostenible, pues está basada en la ley de la donación desinteresada y no en el temor egoísta a la pérdida. La "Liquidación de Prójimos" solo garantiza que, cuando llegue el propio sufrimiento, no haya nadie lo suficientemente fuerte y entrenado para soportar nuestra baja vibración.

Los principios metafísicos no son herramientas para la comodidad personal; son llaves para la Realización Del Ser. El concepto de la Transmutación Hermética no significa ignorar el plomo (el dolor y el sufrimiento), sino convertirlo en oro (sabiduría y compasión) mediante un proceso alquímico interno. Los influencers prometen el oro sin pasar por el crisol. Promueven una espiritualidad fast-food que se consume rápidamente, pero que deja el alma vacía. La verdadera prueba de la espiritualidad no es cuántas personas felices sigues, sino cuánta compasión eres capaz de sostener ante el dolor y la oscuridad sin perder tu propia calma. El dominio de la vibración es, por lo tanto, la capacidad de ser un faro en la tormenta, no la capacidad de huir del mal tiempo. La grandeza reside en el servicio incondicional.

El Reencuentro con la Interconexión

Debemos retornar a la comprensión de que no existe separación. Tanto el Buda con su Mettā como las enseñanzas más profundas de la Gnosis, y hasta la visión moderna de la física de partículas que tanto atrajo a Tesla, confirman que la división entre "yo" y "los demás" es una ilusión de la mente condicionada. El prójimo y su dolor son una extensión de nuestra propia humanidad. Cuando alguien cercano se queja o sufre, esa baja vibración nos está invitando a reconocer la fragilidad compartida de la existencia. Ignorar o repudiar ese llamado es un acto de autocastigo espiritual, pues nos encerramos en una cárcel autoimpuesta de individualismo. La Auténtica Maestría no se mide por la ausencia de gente "negativa" en nuestro entorno, sino por la capacidad de transformar esa negatividad sin ser absorbidos por ella.

El Verdadero Amor, el incondicional y trascendente, es inherentemente un acto de servicio. Es la fuerza que, desde la quietud del ser, se proyecta hacia afuera con el deseo de aliviar el sufrimiento. Las "malas energías" no son más que el ruido de la mente y del ego en conflicto. La persona que ha purificado su propia mente y ha alcanzado la Ecuanimidad no se altera ante ese ruido, sino que lo ve con la claridad y la comprensión que permiten el acto compasivo. Esta es la diferencia fundamental entre la frialdad (que es incapacidad de sentir) y la calma (que es dominio del sentir). La calma es el requisito para la acción eficaz y desinteresada.

Es hora de liquidar la liquidación y recuperar al prójimo, no como un objeto de obligación moral, sino como el espejo de nuestra propia oportunidad de amar. El mundo no necesita más gente "vibrando alto" en soledad; necesita personas ancladas en la calma que sean capaces de tocar el sufrimiento del mundo con ternura y sabiduría. La elevación de la frecuencia personal es inseparable de la elevación de la frecuencia colectiva. Si solo nos preocupamos por nuestro propio bienestar emocional, estamos violando la ley de la interconexión y, según los principios de Causa y Efecto, solo estamos sembrando las semillas de nuestro propio aislamiento futuro. La puerta a la liberación se abre no al huir, sino al abrazar la complejidad de la vida con un corazón compasivo.

El Crisol de la Compasión: La Transmutación Hermética No es Evasión, es Servicio

La gran falacia de la espiritualidad de mercado es la creencia en el "Contagio Energético", el mito de que la baja frecuencia del prójimo es una enfermedad de la cual debemos protegernos con una cuarentena emocional. Esta idea, simplista y egoísta, desvirtúa por completo el sentido de la maestría. Si la propia "alta vibración" es tan frágil que se rompe al escuchar una queja o al sentir dolor ajeno, entonces esa vibración no es un logro real, sino una ilusión de la mente apegada al placer. El adepto, aquel que ha comprendido el Principio de Vibración en su totalidad, sabe que su centro es inmutable y que su estabilidad no depende del silencio de los demás. Su presencia es el faro, no el barco que huye. La tarea es ser un ancla para la compasión, no un pasajero temeroso.

El verdadero poder de la Ecuanimidad (Upekkhā) no reside en la indiferencia emocional, sino en una calma profunda y deliberada que permite la acción eficaz. Es la capacidad de estar en el centro del huracán del dolor ajeno sin ser arrastrado por él. Si el amor incondicional fuese solo para los que "vibran alto", entonces no sería incondicional. La Ecuanimidad nos da el espacio mental necesario para ver el sufrimiento del otro no como una amenaza, sino como una oportunidad directa de servicio. Solo desde esa estabilidad podemos ofrecer una mano firme que ayude a modular la baja frecuencia del prójimo, en lugar de contribuir a su aislamiento y desesperanza con nuestra huida cobarde y egoísta. Esta es la práctica real, la que forja el alma.

El maestro Krishnamurti insistía en que la vida en el aislamiento solo engendra pesadumbre. El deseo de "liquidar prójimos" para mantener una "vibra alta" es, irónicamente, la receta para la soledad y el sufrimiento futuro, pues rompe el hilo de la interrelación. Estar es estar relacionado, y nada puede vivir en el aislamiento sin marchitarse. Cuando se niega el apoyo y la escucha al que sufre, se está sembrando la semilla de la Ley de Causa y Efecto; en el futuro, cuando la vida, inevitablemente, nos ponga de rodillas, encontraremos la misma frialdad que hemos dispensado. La compasión es el único seguro espiritual que podemos pagar para el incierto mañana.

La Transmutación Hermética, el gran arte alquímico, no consiste en la represión o evasión del "plomo" (el dolor y la baja frecuencia), sino en someterlo a un proceso consciente para convertirlo en oro (sabiduría y amor). El dolor del prójimo es ese plomo que, al ser tocado con la alquimia de la compasión y la paciencia, puede transformarse. Escuchar una queja o un lamento sin juicio, manteniéndose en calma, es la manera más elevada de servicio vibracional. Se le da al prójimo un espacio seguro para que su frecuencia se libere sin miedo a ser repudiado. Este acto de contención y amor desinteresado es la verdadera y única elevación energética sostenible que se puede lograr.

Recordemos que el universo, según el Hermetismo, es Mente y Vibración. Si nuestra mente solo acepta las frecuencias de placer y bienestar, se reduce, se estrecha y se vuelve incapaz de comprender la vasta orquesta de la realidad. Solo al aceptar e integrar el espectro completo, incluyendo el dolor y la queja, es que la mente puede expandirse a la Omni-Comprensión. La compasión, entonces, no es un esfuerzo moral, sino una función natural de la conciencia expandida que ha superado el miedo egoísta a ser contaminada. El sabio, en su quietud, es un transformador de energía; el novato, es un corredor que huye.

La superficialidad de las redes ha convertido la alta vibración en una herramienta de marketing personal, en un privilegio que debe ser celosamente custodiado. Esta actitud es la antítesis del amor. El amor verdadero, como el fuego, no teme lo que quema; lo consume y lo transforma en luz. Nuestra responsabilidad ética y el Esoterismo no es seleccionar a quién amar, sino irradiar esa calma y esa aceptación a todos, entendiendo que el sufrimiento es la prueba que la conciencia compartida nos pide enfrentar con valentía y ternura. Es hora de dejar de idolatrar el bienestar fácil y enfrentar el deber que nos hace verdaderamente humanos.

El mensaje de la Liquidación de Prójimos es una trampa que nos hace creer que la paz se compra a precio de la soledad. Nada más lejos de la verdad. La paz se gana en el campo de batalla de la relación humana, donde se aprende a sostener al otro sin hundirse, a escuchar sin juzgar, y a amar sin esperar nada a cambio. Esta es la pasión sin motivo de la que hablaba Krishnamurti, una fuerza que no es lujuria ni apego, sino una efusión total del Ser. No seamos los sepultureros de la caridad, seamos los puentes que unen la baja frecuencia del dolor con la alta frecuencia del consuelo.

La invitación final es a liquidar el ego que desea liquidar al prójimo. Al dejar de huir de las personas que nos parecen "negativas", comenzamos a sanar nuestra propia herida de rechazo y apegos. La persona que se queja nos ofrece, sin saberlo, una oportunidad de practicar la generosidad del espíritu, que es la forma más rápida y auténtica de elevar nuestra propia vibración. Entender la compasión como servicio y la Ecuanimidad como estabilidad, es el verdadero camino para reclamar la herencia de la Sabiduría Hermética, no en teoría, sino en el calor de la vida compartida.

Recomendaciones para una Espiritualidad Auténtica

Si has llegado hasta aquí, probablemente sientes la urgencia de abandonar la frívola Liquidación de Prójimos y anclar tu Camino Espiritual en algo más sólido que una "buena vibra" superficial. La primera recomendación vital es invertir en la quietud interna, en lugar de invertir en filtros y gurús que prometen una felicidad constante. La meditación no es una herramienta de escape, sino el crisol donde forjas la Ecuanimidad (Upekkhā). Es en el silencio donde aprendes a observar el dolor (propio y ajeno) sin que te arrastre, una práctica indispensable para que tu centro se mantenga firme, permitiéndote ser ese faro de calma que mencionamos, en lugar de una veleta emocional a merced del primer lamento que escuches. La estabilidad es tu primer acto de servicio.

En segundo lugar, te invitamos a rehabilitar la queja en tu corazón y a mirarla no como una toxina, sino como una señal de auxilio que requiere un testigo. Cuando un ser querido se acerque a ti con su carga, suspende el juicio automático que te dice "me va a bajar la vibra" y reemplázalo por la Compasión Activa (Karunā). Entiende que el acto de escuchar sin intentar arreglar ya es una transmutación poderosa: estás ofreciendo tu energía estable como un recipiente seguro, permitiendo que la baja frecuencia se ventile sin quedar atrapada. Este es el verdadero Amor Incondicional, la práctica de la Ley de Atracción en su forma más pura, atrayendo no comodidades, sino oportunidades de crecimiento y auténtica conexión humana.

Debes aplicar de forma radical el Principio de Correspondencia y aceptar que el prójimo es tu espejo. Cada persona que rechazas por "negativa" o "tóxica" está reflejando una parte de tu propia sombra que temes o no quieres aceptar. Si te molesta el pesimismo, pregúntate dónde yace tu propio miedo no reconocido. Si te incomoda el victimismo, analiza tu propia tendencia a eludir la responsabilidad. Liquidando al prójimo, te liquidas a ti mismo, pues rechazas la oportunidad de ver y sanar tus propias heridas proyectadas. La espiritualidad auténtica exige coraje para mirar hacia adentro usando la relación como un implacable y necesario instrumento de autoconocimiento.

Finalmente, es crucial que desmitifiques la "perfección vibratoria". La vida, en su vasta complejidad, es un ciclo de flujos y reflujos, de polaridades. Creer que se puede vivir en una perpetua "alta vibración" es negar el Principio del Ritmo Hermético. La elevación verdadera no es la negación de la baja frecuencia, sino la capacidad de navegar a través de ella con gracia y sabiduría, sin perder la certeza de que el péndulo volverá. Acepta que habrá días de dolor, de queja y de frustración, y que esos momentos no te hacen menos espiritual, sino profundamente humano y apto para la compasión. En lugar de buscar un estado de éxtasis constante, busca la integridad que abarca todas tus experiencias.

Como cierre de esta reflexión, te invitamos a integrar estos principios en tu vida diaria como un acto de alquimia ética. El verdadero desafío es amar al prójimo en su peor momento, ofreciéndole tu firmeza sin juzgar, porque es justo en ese acto de servicio desinteresado donde reside el mayor poder de Transmutación. De esta manera, tu "alta vibración" se convierte en una fuerza ética viva, capaz de elevar al mundo a través del ejemplo silencioso, en lugar de un escudo que te aísla. Deseamos que esta lectura te inspire a reclamar el verdadero significado de la Sabiduría y la Compasión.

Conclusión

Hemos recorrido juntos el camino desde los mandamientos inquebrantables de la caridad hasta la frialdad disfrazada de "alta vibración" en las redes sociales. El veredicto es claro: la Gran Liquidación de Prójimos es una manifestación de la superficialidad moderna que confunde la autoayuda egocéntrica con la verdadera Transmutación Hermética. La huida del dolor ajeno no es un acto de maestría, sino un mecanismo de defensa que revela un profundo miedo a la propia imperfección y a la vulnerabilidad. Debemos reconocer que la baja frecuencia que tanto tememos en los demás es, a menudo, la sombra no integrada que nos negamos a ver en nuestro interior. Es hora de dejar de idolatrar el placer constante y de enfrentar el deber ético que nos exige la interconexión universal.

La Espiritualidad Auténtica, ya sea a través del amor incondicional del Evangelio, la Karunā budista, o el dominio de la vibración del Hermetismo, converge en un solo punto: el servicio desinteresado. La prueba de una alta frecuencia no es el número de "personas negativas" que eliminas de tu vida, sino la capacidad de sostener la calma y la compasión ante el sufrimiento que te rodea. La Ecuanimidad no es indiferencia, sino la firmeza que te permite ser un ancla para el otro. Al liquidar el apego a la comodidad y abrirte a la complejidad del dolor, tu paz interior se vuelve robusta, genuina y, lo más importante, útil para el mundo que te necesita.

El llamado final es a liquidar la liquidación. RECHAZA el espiritualismo fast-food que te aísla y abraza la disciplina de la integridad. Tu evolución no está en los retiros de lujo, sino en la trinchera de la relación humana. Es ahí, en el acto de escuchar sin juzgar y de amar sin condiciones, donde demuestras tu verdadero dominio de las leyes universales. Al restaurar el primer y segundo mandamiento a su lugar central y al ver al prójimo, con todo y sus quejas, como tu más grande oportunidad de amar, reclamas tu herencia de sabiduría y te conviertes en un verdadero transformador de energía en este mundo caótico.


Por: Winston Robert P 


¿Te ha gustado éste post acerca de el Amor al Prójimo? ¿Qué opinas acerca de la continua ola de " espiritualidad al vapor" que invade las redes sociales en estos tiempos? ¿Estás de acuerdo con que hay que profundizar mejor en las enseñanzas de Los Grandes Maestros antes de creer que algún influencer te las diga en un vídeo?



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